¿Qué son los transgénicos?
Los transgénicos se obtienen a través de la modificación de genes de plantas, animales y microorganismos con el fin de generar nuevos seres que nunca hubiesen existido en la naturaleza sin manipulación genética.
Los organismos modificados genéticamente (OMG) o transgénicos no son una extensión de la agricultura tradicional, ya que sobrepasa las barreras entre especies. Además, los conocimientos científicos actuales no son suficientes para predecir su evolución e interacción con otros seres vivos fuera de un ambiente confinado.
Desde su aparición hace más de 15 años, los cultivos y alimentos transgénicos no han demostrado los supuestos beneficios prometidos por la industria biotecnológica. Sin embargo han experimentado una rápida expansión en un número limitado de países, debido a las estrategias agresivas de su sector. Está ampliamente documentada la cercanía de esta industria con los centros de decisión política, por ejemplo en Europa.
Impactos en el medio ambiente
Los impactos sobre el medio ambiente de estos cultivos son cada día más evidentes: un aumento drástico del empleo de agrotóxicos en el campo, una creciente resistencia por parte de insectos y malezas, contaminación del suelo, contaminación genética de especies silvestres o pérdida de biodiversidad, entre otros impactos.
En este sentido, la agricultura no transgénica se encuentra en riesgo: es muy difícil proteger los cultivos tradicionales y ecológicos de la contaminación por OMG. Los continuos casos de contaminación de cosechas disuaden a los agricultores de sembrar maíz ecológico y la dificultad de encontrar piensos ecológicos frena el avance de este tipo de ganadería.
¿Qué cultivos son y dónde están?
Los principales cultivos que se producen son cuatro: maíz, soja, colza y algodón. Ninguno de ellos se destina a la alimentación directa de las personas, sin embargo terminan en nuestra alimentación, ya que se destinan a piensos para animales, además de contar con otros usos industriales como agrocombustibles, textiles, etc.
El 99% de los cultivos transgénicos existentes están modificados genéticamente para ser tolerantes a herbicidas o resistir plagas. Pese a la publicidad no existen transgénicos más nutritivos, más productivos o adaptados al cambio climático.
Según los últimos datos solo seis países cultivan más del 90% de los transgénicos en el mundo: Estados Unidos, Brasil, Argentina, India, Canadá y China.
España, el paraíso transgénico de Europa
España es el único país de la Unión Europea que cultiva transgénicos a gran escala mientras la mayoría de nuestros vecinos han prohibido su cultivo. Sin embargo, la falta de información al respecto es tan grande que no se sabe cuántos transgénicos se cultivan en nuestro territorio ni dónde. Ya de por sí los datos de la administración estatal no coinciden con los de las Comunidades Autónomas.
Por otro lado, España ha acogido durante años más de la mitad de los experimentos transgénicos en Europa. Además de ser las puertas de estos cultivos, somos su campo experimental.
Transgénicos en la alimentación
La rápida introducción de los transgénicos en la alimentación contrasta con la escasez de estudios científicos sobre sus impactos en la salud. Los transgénicos están presentes en nuestra alimentación ya que la mayoría del ganado se alimenta con piensos que contienen transgénicos.
Además muchos productos preparados contienen lecitina, harina, almidón o aceite, la mayoría derivados de maíz y soja. Estos son los cultivos transgénicos más extendidos por lo que es probable que estos ingredientes sean también transgénicos. La aparición de nuevos tóxicos en los alimentos o de nuevas alergias son algunos de los riesgos.
La mayoría de los estudios sobre transgénicos y salud son desarrollados por las propias empresas que los comercializan. Ninguno estudia los efectos a largo plazo. Algunos de estos cultivos llevan genes de resistencia a antibióticos, lo que disminuye la eficiencia de estos medicamentos. Diversas investigaciones realizadas en mamíferos demuestran cómo los transgénicos afectan a la fertilidad o aumentan la mortandad.
¿Son seguros los alimentos transgénicos?
No existen evidencias científicas de que los alimentos transgénicos sean inocuos para la salud humana o el medio ambiente.
Durante años, la industria de los transgénicos y sus gobiernos afines han construido el mito de que los cultivos transgénicos son los alimentos más evaluados de la historia y tienen el visto bueno de comités científicos independientes y responsables. Sin embargo, al analizar la composición o el trabajo de estos comités, tanto a nivel español como europeo, se demuestra que las puertas giratorias y los conflictos de interés están muy extendidos y que la industria de los transgénicos tiene demasiado poder en las decisiones en torno a estos cultivos.
No hay consenso científico en torno a la seguridad de los transgénicos
Multitud de científicos e instituciones científicas dudan de la seguridad de los transgénicos. La industria de los transgénicos y sus defensores promueven la idea de que el debate sobre su seguridad está superado. Sin embargo la mayoría de instituciones científicas reconocen importantes lagunas de conocimiento y la necesidad de seguir investigando sobre los efectos de los alimentos transgénicos en la salud.
A nivel social y económico
Muy lejos de aportar soluciones al hambre en el mundo, la introducción de la biotecnología en la agricultura incrementa las situaciones de pobreza, exclusión social e injusticia, como se ha demostrado por ejemplo en Argentina, Brasil y Paraguay con la soja, o en la India e Indonesia con el algodón. Avanzar hacia una agricultura más sostenible no pasa por la biotecnología, que en este caso está demostrando ser un instrumento en beneficio de unas pocas multinacionales que controlan buena parte de la agricultura y alimentación mundial.
Desde un punto de vista económico, los transgénicos están siendo un fracaso, ya que las prácticas agrícolas sostenibles, como la agricultura ecológica, estimulan en mayor medida la economía, crean empleo de calidad en el medio rural y cuentan con el apoyo de los consumidores.
Fuente: www.tierra.org
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